jueves, 5 de julio de 2012

Santa María Goretti.

Tenía once años cuando -el 29 de mayo de 1902- hizo su primera Comunión. Treinta y ocho días después, el 6 de junio, un joven vecino entró en su casa con la intención de abusar de ella y, ante la resistencia de la niña, la apuñaló. María murió a las tres de la tarde tras una larga y dolorosa agonía.
Alessandro, el asesino, fue condenado a treinta años de trabajos forzados. Su víctima lo había perdonado pero él no mostró ningún arrepentimiento hasta que, en sueños, vio a María en la gloria del Cielo. Después de cumplir su condena pidió perdón a la madre de María, testificó en el proceso de beatificación y acabó sus días como lego en un convento de capuchinos. 
La pureza es la ley de la gracia que se manifiesta en la carne obediente y la hace fuerte. No es esa inocencia o ingenuidad de los niños que nos hace sonreír y nos inspira ternura. La pureza es virtud y es sabiduría: conocimiento de lo que de verdad tiene valor y energía para buscarlo con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas de nuestro ser.

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